Hands Together

Es evidente todo lo que estamos viviendo en el mundo entero. El caos, desesperación, angustia, desasosiego, y desesperanza están visitando a  cada hogar de este planeta tierra. Mucha información en tiempo real nos atormenta y agobia. El miedo, terror y espanto quieren apoderarse de nosotros ante la pandemia que azota al mundo entero. Niños, ancianos, ricos, pobres, blancos, negros, reyes y gobernantes, están siendo afectados; somos una sensible y falible humanidad que  hoy gime y grita “AUXILIO”.

Dios nos quiere llevar a depender totalmente de Él y ayudarnos a convertir esos pensamientos desesperantes, en oraciones esperanzadoras y alentadoras. Oremos en todo tiempo, no en un solo momento. Oremos, clamemos por los nuestros y por aquellos que están expuestos como los médicos, personal de seguridad, personas con enfermedades base, por los privados de libertad, niños hospitalizados con patologías; oremos por todos nosotros.

Esta terrible realidad nos hace recordar el Salmo 2: “¿Por qué están tan enojadas las naciones? ¿Por qué pierden el tiempo en planes inútiles? Los reyes de la tierra se preparan para la batalla, los gobernantes conspiran juntos en contra del Señor y en contra de su ungido. «¡Rompamos las cadenas! —gritan—, ¡y liberémonos de ser esclavos de Dios!». Pero el que gobierna en el cielo se ríe; el Señor se burla de ellos”.

Este Salmo nos refleja la incapacidad humana, la falibilidad humana, y la decisión del hombre de “desprenderse por completo del Señor”. La humanidad está así, alejada de Dios, insensible a su voz, andando por sus propios caminos. Ahora todos, con las manos en la cabeza, gritamos: “SOCORRO”.

¿A quién le clamamos por apoyo, refuerzo, asistencia, protección, cura, amparo y paz?

El mundo está en un completo caos; Dios nos quiere socorrer. Dios quiere rescatar al mundo entero. Dios quiere que el mundo entero gima y clame a sus pies. Dios quiere atender a la voz de súplica de quienes nos humillamos ante Su poderosa mano amorosa para salvarnos en medio de esta ansiedad mundial.

¿Cómo orar?

Con un corazón sincero y humillado ante el trono del Glorioso y eterno Salvador. A sus pies hay paz. Recordemos su INFALIBLE e INERRANTE palabra que nos alienta, nos abraza, consuela y cubre con su amor, echando fuera todo el miedo y temor.“ En mi angustia oré al Señor, y el Señor me respondió y me liberó. El Señor está de mi parte, por tanto, no temeré”, Salmo 118:5-6. Busquemos a diario ese bálsamo refrescante que nos acaricia el alma y nos hace estar en paz y seguridad.

En ningún lugar del mundo hoy hay seguridad; su mano fuerte, poderosa, grande y llena de amor nos sostiene y cubre, manteniéndonos a salvo en su morada. Metámonos allí, amparémonos allí. “Oh Señor, tú eres una torre de refugio para los pobres, una torre de refugio para los necesitados en su angustia. Eres refugio de la tempestad y amparo del calor”, Isaías 25:4. 

Oremos recordando las promesas eternas de Dios por nosotros, su pacto de amor por nosotros. Clamémosle suplicando su auxilio, porque Él prometió dárnoslo. El Señor nos dice: «Rescataré a los que me aman; protegeré a los que confían en mi nombre. Cuando me llamen, yo les responderé; estaré con ellos en medio de las dificultades. Los rescataré y los honraré. Los recompensaré con una larga vida y les daré mi salvación» Salmos 91:14-6.

Su amor nos alcanza en medio de la tempestad. Esta aflicción tan fuerte que estamos atravesando nos debe hacer más dependientes de Dios. Ahora cobra vida cada palabra que nuestro Padre y creador nos dejó en el libro más importante e infalible; la biblia. “Les he dicho todo lo anterior para que en mí tengan paz. Aquí en el mundo tendrán muchas pruebas y tristezas; pero anímense, porque yo he vencido al mundo”, Juan 16:33.


Hagamos esta oración juntos

“Oh Padre renueva nuestra fe en ti. Perdona nuestros pecados. Límpianos de nuestra maldad. Acude a nuestro socorro por amor de tu nombre y de tu Palabra. Recordamos hoy todas estas promesas que nos hiciste Papá y pedimos que ellas se hagan vida en nosotros, humildes pecadores y necesitados de ti. Somos tan finitos y tú eres tan grande, tan fuerte, tan bondadoso, tan bueno. 

Detén esta pandemia, detenla papito bueno. Sin ti no podemos vivir, sin ti morimos. Socórrenos tú. Aliéntanos tú. Levántanos tú. Abrázanos tú. Consuela los corazones que hoy lloran amargamente. Humillo mi ser ante ti; cuánto te necesito Papá, cuánto te necesita cada habitante de este planeta tierra que creaste. Conoces nuestro dolor, nuestro sufrimiento; ¡socorro Papito Dios, socorro! Alcánzanos con tu piedad y misericordia. Visítanos Padre eterno. Visítanos. En tus manos me refugio. Tú eres mi seguridad y escondite seguro. Oro en El Nombre de tu Hijo Jesús, amén.”

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