Mateo | por Santiago Armel

«Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal»

(Mt. 6:33-34).

En la historia de la humanidad han existido reyes que podrían competir por el primer puesto como los peores gobernantes. Algunos han dejado morir a su pueblo de hambre, otros se han caracterizado por corrupción e inmoralidad, pero Juan I de Inglaterra será recordado como uno de los reyes más ineptos de la historia. Su orgullo, mezclado con la falta de gobernabilidad hizo que este hombre sumiera a su nación en una guerra, debilitándola y finalmente llevándola a perder Normandía. En contraste con todos los reyes de este mundo, Jesucristo se presenta como el rey glorioso, digno de la confianza de su pueblo.

El Evangelio de Mateo tiene como propósito central presentar a Jesús como rey. Este glorioso relato de la vida del Mesías funciona como un puente entre dos ciudades, es la conexión perfecta entre el Antiguo y el Nuevo Testamento. Su primer capítulo desglosa la genealogía del Hijo de David, desde Abraham hasta José (Mt. 1:1-17). Hay un aroma judío en todas las páginas de este evangelio, y era de esperarse, pues Leví (también llamado Mateo) buscó diligentemente demostrar que Jesús era la culminación de las promesas mesiánicas. Este evangelio cita más de sesenta profecías del Antiguo Testamento referentes al Mesías y da testimonio de su cumplimiento exacto. Jesús y el reino de los cielos se destacan sobre otros temas en este evangelio. Por eso la expresión “reino de los cielos” aparece treinta y dos veces, recordándote que Jesús es Rey y que su reino se había acercado.

La búsqueda del reino de Dios

Cuando Jesús te exhorta a buscar su reino (Mt. 6:33), te está dando un mandato que debe ser obedecido continuamente. No puedes distraerte ni un solo día. Buscar su reino tiene que ver con vivir una vida de obediencia y santidad (Lc. 6:46). El creyente que anhela el reino de Dios es uno que busca estar sujeto a la autoridad de su gobierno (1 P. 5:6-7) y que ansía hacer la voluntad de su Rey (Mt. 7:21).

El que está fuera del reino de Dios, se afana por las cosas que este mundo ofrece (6:32). El dinero, la fama y la belleza, entre otras cosas, son ídolos que gobiernan el corazón de un súbdito del reino de las tinieblas ( Jn. 8:44; Col. 1:13). En Mateo 6:33-34, Jesús te llama a hacer un alto en el camino para preguntarte: ¿a qué reino estás sirviendo hoy? Las cosas en las que te afanas, aquellos pensamientos que dominan tu mente, son un reflejo claro de en quién estás confiando. Debes tener una ambición santa por obedecer a Dios (Sal. 119:40), en contraste con un afán pecaminoso por las cosas de este mundo.

Un Rey digno de confianza

Jesús enfatiza la necesidad de no preocuparte (Mt. 6:33-34). Si estás angustiado, detente, no te afanes más. Si estás siendo tentado a preocuparte por el día de mañana, no inicies un patrón pecaminoso de ansiedad. La preocupación excesiva por los recursos de este mundo temporal refleja una distorsión de la adoración verdadera. Cuando tus anhelos y afanes son tan similares a los de los incrédulos, esto debería alertarte acerca de algo que no está bien en tu vida espiritual (Sal. 73:2-3). El cristiano fiel trabaja, planifica y se esfuerza en todo lo que hace, pero al final, descansa en que su futuro está en las manos del rey (Pr. 16:9).

La base de tu seguridad hacia el futuro no es una especie de auto-positivismo vacío, sino una confianza firme en aquel que promete cubrir todas tus necesidades (He. 13:5). Puedes tener absoluta confianza y certeza de que el Señor cuidará de ti. Los reyes y gobernantes de este mundo no siempre se caracterizan por la veracidad. Son honrados por su posición; pero no por eso son dignos de plena confianza. En contraste, tu Rey celestial es digno de que descanses en Él. Él es el único Dios verdadero (Sal. 115:4-11). Es un Rey con control soberano (Sal. 135:6), que siempre habla la verdad (Sal. 119:142), que es un refugio seguro para los que le temen (34:7), que cumple sus pactos (Dt. 4:31), que es poderoso para ofrecer una salvación completa (Ro. 8:32) y que es absolutamente fiel y fiable (Sal. 36:5; Dt. 7:9). Él es un Rey digno de tu confianza.

Porque Él es digno de confianza, puedes vencer cualquier ansiedad en la vida aferrándote a Él como tu Padre celestial. Cuando hay un buen gobernante, las naciones se alegran (Pr. 29:2). Por lo tanto, puedes alegrarte, porque tienes un Rey en el que puedes descansar (Pr. 14:26). Un Rey es como un padre para una nación y el Evangelio de Mateo te anima a reposar en tu Padre celestial (Mt. 6:9-11). Considera el afán y la angustia como una sublevación ante el mandato del Rey. Tú eres más valioso que los pajarillos a quienes el Señor alimenta diariamente y, si Él cuida de ellos, ¿no tendrá cuidado de ti también? Confía en su fidelidad, y busca con más ansias el reino de Dios y su justicia. Todo lo demás será añadido.

Para reflexionar

Confía en Dios y Su Palabra. Sostente en sus promesas, que son verdad. Él no cambia y es siempre fiel. No te afanes por nada, sino confía en aquel que es tu Rey y Pastor.


Nota del Editor: Este escrito forma parte del Libro: «En ti Confiaré» Meditando en la Fidelidad de Dios en el Nuevo Testamento, publicado por Editorial Bautista Independiente | Usado con permiso | Puedes descargar gratis este y otros recursos aquí

En Ti Confiaré
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Categorías: Devocionales

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