Filipenses Ι por Roberto Sánchez
“Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios
en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo
entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos
en Cristo Jesús” (Fil. 4:6-7).
La vida no es fácil y las situaciones difíciles son inevitables. Si no se tiene cuidado, una situación inesperada puede llevar fácilmente a alguien a tener ansiedad y desesperación. Incluso el creyente puede ser susceptible a esto en algún momento. Cuando estos momentos llegan, la reacción natural es acudir a Dios para pedir ser librado de la aflicción. Sin embargo, ¿se debe orar para que las circunstancias cambien? Filipenses 4:6-7 enfatiza que debes orar no por las cosas, sino por tu vida y corazón.
La paradoja
El libro de Filipenses es fascinante en su carácter paradójico respecto del sufrimiento y el gozo. Existe una tensión entre el sufrimiento y el gozo que se ve en la vida de Pablo, sus asociados y en Cristo. Por eso Pablo afirmó categóricamente lo siguiente: “Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” (Fil. 4:4). Sin embargo, en la cultura actual, el sufrimiento y el gozo son antagónicos, son polos opuestos que no se relacionan en lo absoluto. El sufrimiento se ve con pesimismo y el gozo no es más que una experiencia alegre en la vida de una persona. Como el sufrimiento no es algo alegre, es impensable que el sufrimiento y el gozo vayan de la mano. Sin embargo, para Pablo, el gozo y la estabilidad espiritual no es circunstancial sino un asunto de convicción.
El problema
Pablo manda a los filipenses a no “[estar] afanosos” (Fil. 4:6) por nada. El afán tiene que ver con la ansiedad. La ansiedad surge cuando tu fe y confianza en Dios es mermada. El afán distrae tu mente de las cosas que son importantes e implica estar intranquilo, preocupado y nervioso hasta un punto tal que te controla. Es paradójico que a medida que nuestra sociedad occidental crece económicamente, crece también la ansiedad. Hoy hay más pánico, más inseguridad, más dolores de cabeza, entre otras cosas. Por eso, a la ansiedad se la ha llamado “el matador silencioso”.
El antídoto
La cura para la ansiedad no es medicina, tampoco es tener toda tu vida en orden. La respuesta para la ansiedad es la oración. La preocupación y la ansiedad se enfocan en las circunstancias; sin embargo, la oración se enfoca en Dios. La ansiedad no alcanza nada, pero la oración “puede mucho” (Stg.5:16). En lugar de afanarte, Pablo te invita a tomar el antídoto a la ansiedad: la oración.
El antídoto paulino para el afán es el siguiente: “sino sean conocidas [tus] peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Fil. 4:6). La idea es que en toda oportunidad y circunstancia vengas ante Dios en oración. Pablo habla de la importancia de la oración usando tres palabras clave: peticiones, oración y ruego. Esto tiene que ver con una insistencia en la oración, con orar siempre y no desmayar (Lc. 18:1-8; 1 Ts. 5:17). La respuesta no está en el psicólogo, sino en el Dios soberano que tiene el control del cielo y de la tierra. Orar es aceptar la soberanía de Dios en tu vida; es agradecerle por lo que permite en tu vida. Jesús dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” ( Jn. 16:33). Debes confiar en él y no preguntar tanto que termines confundido. Depende de él.
Además, parte del antídoto es no solo acercarte a Dios en oración, sino hacerlo “con acción de gracias” (Fil. 4:6) Esta dimensión acentúa la soberanía de Dios. Tu convicción debe ser: “[Dar] gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para [ti] en Cristo Jesús” (1 Ts. 5:18). Esta actitud de agradecimiento es aceptar la soberanía de Dios en tu vida. El resultado no será otra cosa, sino “la paz de Dios” (Fil. 4:7) en tu vida. Lo que necesitas en el momento de la prueba no es que tus problemas desaparezcan, sino que la paz de Dios se haga presente en tu vida. La característica de la paz de Dios es “que sobrepasa todo entendimiento” (4:7) humano. Esta paz no es fabricada por el hombre, no es un tratado firmado por dos partes en contienda, ni tampoco la ausencia de conflicto. La verdadera paz es una provisión divina. Esa paz se encuentra solamente delante de Dios en oración constante, con un corazón agradecido. La paz de Dios “guardará [tu corazón] y [tus] pensamientos en Cristo Jesús” (4:7). Gózate en él.
La oración es el antídoto a la ansiedad porque cuando vienes a él de la manera que Pablo recomienda en Filipenses 4, él te escuchará. El Señor es “cercano… a los que le invocan, a todos los que le invocan de veras” (Sal. 145:18). Él no te abandonará y te dará su paz para que puedas sobrellevar con gozo la prueba. Por eso Pablo exhortó a los filipenses a gozarse una y otra vez. Ese gozo debía caracterizarlos, incluso en medio de la prueba.
Debes confiar en el Señor. Él es fiel y cumplirá su Palabra al pie de la letra. Él quiere que dependas absolutamente de él, porque es soberano y digno de confianza. No hay otra manera de vivir la vida, sino únicamente en completa dependencia de Dios. Las pruebas y aflicciones vendrán, pero no debes temer. Abraza las dificultades de la vida de rodillas, en absoluta dependencia de Dios y con un corazón agradecido, sabiendo que su voluntad “es buena, agradable y perfecta” (Ro. 12:2).
Para reflexionar
Pon tu mirada en Jesús y no en las circunstancias. En el momento de la prueba, aférrate a él y clama a él que te sostenga y que traiga paz y gozo a tu vida. Huye de la ansiedad y confía en él.
Nota del Editor: Este escrito forma parte del Libro: «En ti Confiaré» Meditando en la Fidelidad de Dios en el Nuevo Testamento, publicado por Editorial Bautista Independiente | Usado con permiso | Puedes descargar gratis este y otros recursos aquí
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