2 Corintios | por Heber Torres

«Dios es fiel» (2 Co. 1:18).

Cuando todo a tu alrededor parece desmoronarse, cuando tus esfuerzos no suponen ningún beneficio, y aun aquellos a los que amamos nos dan la espalda, ¿tiene sentido mantener nuestras convicciones? ¿merece la pena perseverar? En un momento de su vida, el mismísimo apóstol Pablo se encontró exactamente ante esa misma tesitura.

En su segunda carta a los corintios, Pablo relata cómo había sido maltratado por causa del evangelio, siendo azotado, encarcelado y perseguido hasta el punto de huir para salvar la vida (1:8; 6:4-5; 11:24-27). Pero este no fue el único desafío que el apóstol tuvo que enfrentar. Los mismos creyentes a los que se había dedicado de manera abnegada son los que ahora cuestionan su llamado, rechazan su enseñanza e incluso lo desprecian por su apariencia física (11:5-7; 12:11-12; 10:10). Y si los ataques enemigos y las descalificaciones de sus propios «hijos espirituales» no fueran suficiente carga, Pablo confiesa estar preocupado también por la salud espiritual de las demás iglesias (11:28).

Pablo hace pública su profunda tristeza (2:4, 10, 13). En cuestión de meses se quedó prácticamente solo y tenía que defender su apostolado ante aquellos que se habían convertido como resultado de su predicación. Pero lo que estaba en juego no era simplemente su reputación o bienestar personal, sino el nombre del Dios que lo había comisionado.

Sin embargo, la actitud del apóstol resulta tremendamente ejemplarizante. ¿Qué es lo que permitió a Pablo perseverar en la adversidad? Una de las grandes lecciones que aprendemos en esta epístola es que la capacidad de resistir tiempos difíciles no se encuentra en nosotros, ni tampoco en otros, sino únicamente en Dios. A pesar de contar

con una trayectoria única en su haber, en el día de la prueba el apóstol no apeló a sus logros, ni tampoco a sus habilidades. La suficiencia de Pablo estaba en Dios (3:5), manifestada particularmente por su palabra, su persona y su poder.

Su palabra

Casi al principio de su discurso, el apóstol realiza una afirmación categórica: «Dios es fiel» (1:18). Muchos creyentes de Corinto le habían fallado. Varios de sus compañeros de ministerio lo habían abandonado. Algunos de los apóstoles lo habían decepcionado. Incluso él mismo reconocía tener razones para avergonzarse. Pablo es consciente de su propia fragilidad. ¡Sólo era un vaso de barro! (4:7).

Sin embargo, Pablo confirma que hay uno del que sí se puede fiar. Y esta confianza encuentra su razón de ser en la Palabra de Dios. Dios es fiel, y siempre cumple con sus compromisos (Nm. 23:19). Dios es fiel, y nunca yerra en sus propósitos (He. 6:17-18). Dios es fiel, y su palabra también lo es (1 P. 1:24-25). Meditar en las promesas de Dios te ayudará a enfrentar el presente con esperanza y valor (4:16-18).

Su persona

La Biblia enseña que la fidelidad es un rasgo distintivo del carácter de Dios. Y este sería argumento suficiente para que deposites en él toda tu confianza. Pero el mismo apóstol aclara que la fidelidad de Dios se ve ratificada de manera singular en la persona de Jesucristo (1:21). Cristo confirma la fidelidad de Dios de forma visible y cuantificable (4:4, 6). En la persona de Cristo se observa a un Dios dispuesto a sacrificar a su amado Hijo, castigándole a él para reconciliar consigo mismo a rebeldes pecadores como tú y como yo (5:14-21).

En la persona de Cristo contemplas la gloria de Dios, y eres progresivamente transformado a su imagen (3:18). Y en la persona de Cristo anticipas lo que Dios hará el día en que también seas resucitado (4:14). Pablo afirma que los creyentes están atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos; llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en [sus] cuerpos» (4:8-10).

Recordar lo que Dios ha hecho por medio de Cristo elevará tu mirada hacia lo eterno y te mantendrá firme y seguro en el temor del Señor (7:1).

Su poder

Dios promete cuidar de los suyos, pero además tiene el poder para hacerlo. Sin embargo, igual que Pablo, solo en la medida que reconozcas tu vulnerabilidad llegarás a experimentarlo (12:9). Así como la luz brilla más fuerte cuanto más oscura sea la noche, el poder de Dios se hace más visible cuanto más evidentes son tus flaquezas (11:30). Tu gloria está en tu Señor. Y del mismo modo que los triunfos del pasado no garantizan las victorias del presente, tus vivencias del ayer resultarán poco ventajosas hoy sin el poder capacitador de Dios, un poder concedido únicamente por gracia a los que se apoyan solamente en él. Aquel que se refugia en el Señor reconoce su fragilidad, pero afronta cada situación asentado en la roca inamovible, sabiendo que no existe tormenta capaz de dañarla, ni viento alguno lo suficientemente fuerte como para desplazarla.

La fidelidad de Dios alimenta nuestra confianza, porque «tenemos de Dios un edificio, una casa no hecha de manos, eterna, en los cielos» (5:1). Además, su fidelidad apuntala tu testimonio, pues, a la luz de lo que Cristo ha hecho, procuras «serle [agradable]» (5:9). Por último, su fidelidad amplía tu dependencia, ya que «cuando [eres] débil, entonces [eres] fuerte» (12:10). Por eso, puedes gozarte aun en medio de la prueba, sabiendo que «el Dios de paz y de amor estará [contigo]» (13:11).

Para reflexionar

Agradece a Dios por su fidelidad revelando su Palabra y a Cristo, tu salvador. Él es fiel y poderoso para sostenerte firme a pesar de las tormentas que azoten tu vida. ¡Aférrate a él!


Nota del Editor: Este escrito forma parte del Libro: «En ti Confiaré» Meditando en la Fidelidad de Dios en el Nuevo Testamento, publicado por Editorial Bautista Independiente | Usado con permiso | Puedes descargar gratis este y otros recursos aquí

En Ti Confiaré
En Ti Confiaré te ayudará a pensar bíblicamente acerca de la fidelidad de Dios de tal manera que confíes más en él. Dios es fiel y su Palabra lo declara. El libro En Ti Confiaré, escrito por más de veinte teólogos y pastores hispanohablantes brinda veintisiete reflexiones basadas en cada libro del Nuevo Testamento. Estos devocionales te ayudarán a meditar profundamente sobre la fidelidad de Dios. Te animarán, cuando estés pasando por pruebas y dificultades, a acudir a él. Él es fiel y te sostendrá. | Josué Pineda Dale, editor general.

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